Pintura abstracta

Al menos si tenemos en cuenta la relación del público con el  arte abstracto.“Me parece, por ejemplo, que la particular irritación que hasta hace poco tiempo producía el arte abstracto en el público más común no se debía tanto al hecho de la falta de representación en sí misma cuanto al de que esa ausencia de representación le sustraía al espectador el criterio de juicio secularmente habitual de la pintura: el parecido”
(Rafael Sánchez Ferlosio, Las semanas del jardín, Destino, 1974, p. 14)
En este texto, Ferlosio apuntaba a una crítica de la automatización de la función crítica, judicativa del espectador frente a la obra:  lo que desconcertaba al público con la aparición del arte abstracto es que no tenía elementos de juicio y al mismo tiempo creía que lo único que se puede hacer frente a una obra es juzgarla, dar un veredicto.
Pero entonces el arte abstracto, al liberarse de la representación, estaría proponiendo  una relación distinta del espectador con la obra, una relación menos  racional, menos conceptual y más sensorial…un abandonarse y disfrutar de las formas, los colores, etc.
Así, la pintura abstracta tendría un impulso democratizador (demagógico podría decir algún mal pensado), de universalización del disfrute estético: al emanciparse del tema, del motivo,  no se exige ningún conocimiento ni formación previa del público…tan sólo el deseo de ver.
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Es probable que este impulso tuviera su origen en una saturación de significaciones alrededor de toda representación, que impedía ya toda mirada “ingenua” sobre las imágenes. A este respecto son interesantes las palabras del filósofo italiano Vincenzo Vitiello en conversación con el profesor Félix Duque con ocasión del congreso Buscando imágenes para Europa :
“(…) ¿qué vemos cuando observamos algo?, ¿vemos hombres, casas y montañas o vemos hombres, casas y montañas que son ya historia y cultura, que son ya abstracciones de lo sensible? Y, ¿cómo conseguimos convertir en imágenes esto sensible que queremos recuperar y que el arte contemporáneo, de Kandinski en adelante, nos enseña a rescatar: colores, luces, etcétera?” 
Y en esto coincidiría el artista abstracto con  los neurocientíficos: ambos estarían pensando a los espectadores como meros cuerpos dotados de aparato visual y capacidad de goze, con independencia de todo condicionamiento histórico, social o cultural.
Pero, ¿realmente las formas y colores de las pinturas abstractas no remiten a nada y nada representan? ¿es posible en pintura una emancipación total del motivo?

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